CAMBIO DE CICLO …

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El día 17 de febrero de 1981 empecé a trabajar en el sector público, y hoy, justo 40 años después, termino…, me jubilo.

Aunque antes de ello estuve trabajando una temporada en el sector privado, prácticamente toda mi vida profesional la he dedicado al servicio público. Primero en el Ayuntamiento de Elche, en dos etapas diferenciadas: una como coordinador de una de las escuelas infantiles y luego como director técnico del área de educación. Recién comenzado 1990, tomé posesión en la Diputación de Alicante, donde siempre he ejercido como responsable técnico de la formación y reciclaje de los empleados públicos de la propia casa y de los ayuntamientos de la provincia.

Llegada esta fecha, y ante la imposibilidad de hacer ninguno de los ritos más usuales: comidas homenaje, despedidas a nivel personal, abrazos, viajes…, opto por este rinconcito de mi blog para comunicaros la buena nueva.

He de decir que, ante esta situación, tengo emociones encontradas. Por un lado, me siento feliz, sereno y con ganas de iniciar una nueva etapa, pero al tiempo, permanece una sensación de vértigo, de miedo incluso. ¿sabré adaptarme a este nuevo estatus? Han sido tantos años de dedicación, que me planteo si sabré o no establecer nuevas rutinas.

Os confieso que, en toda esta etapa profesional, me he sentido un privilegiado. He trabajado muy intensamente en algo que me gusta y que además responde a mis estudios; me he divertido, no se me ha hecho rutinario, he podido innovar, aprender, viajar y conocer a muchas personas, e incluso a hacer amigas y amigos dentro y fuera de la casa, y más allá de los límites de nuestra provincia. Y es que no concibo un trabajo mejor que aquél cuyo propósito es el servicio público, atendiendo a las demandas y necesidades de nuestros conciudadanos.

Y ahora abro una nueva etapa, en la que quiero seguir estando presente y, desde otra posición, aportar mi experiencia para ayudar a otras personas (y organizaciones públicas) a seguir creciendo en la mejora de lo público.

Atendiendo a un muy buen consejo que ya hace algún tiempo me dieron, quiero centrarme en tres tipos de actividades: físicas, solidarias e intelectuales. En lo referente a estas últimas, y como comento anteriormente, estoy, con otros colegas, explorando espacios de encuentro en los que los empleados públicos puedan encontrar apoyo y consejo y que me permitan seguir colaborando en la necesaria transformación de las administraciones públicas.

En este contexto, y como colaborador del club de innovadores públicos, podréis encontrarme en el ITCIP (Instituto para la transferencia del conocimiento en innovación pública), del que por cierto hay un encuentro on line programado para el próximo mes, al que estáis invitados/as.

También estoy en la Asociación para la Dirección Pública Profesional, defendiendo la necesidad de la profesionalización de la dirección pública, como piedra angular para una administración pública ágil, eficiente y centrada en las personas que precisa nuestra sociedad, ahora más que nunca. Desde allí colaboro reflexionando sobre las competencias profesionales y aprendizaje que precisa esta figura profesional.

Pretendo igualmente seguir estando en las redes profesionales de los gestores de formación del sector público para continuar debatiendo sobre nuevos modelos de aprendizaje y los cambios metodológicos que se están acelerando con la pandemia.

Seguimos por tanto en contacto, a través de este blog (están abiertos los comentarios), y en otras redes sociales: faceboock, LinkedIn, Twitter…, etc.

Mi cuenta de correo corporativo, como es obvio, dejará de estar operativa, pero podréis encontrarme en correo@josanlatorre.com

Seguimos en contacto

Por qué los franceses ya no pitan a Rafa Nadal

El domingo pasado Rafa Nadal ganaba de forma brillante su décimo Roland Garros. Tanto la organización como el público asistente, en su mayoría francés, se entregaron sin fisuras al tenista mallorquín: podio personalizado con la décima, reconocimiento especial a su gran mentor y tío Toni Nadal al que pidieron que entregara el trofeo, video recopilación de los diez campeonatos conseguidos, pancarta desplegada en lo alto de la grada durante la ceremonia final….. fueron algunos de los detalles mostrados.

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Sin embargo, si recordáis bien, en las primeras ocasiones que Rafa compitió en Paris, los pitos y silbidos eran constantes, con independencia del contrincante al que se enfrentase. Tampoco la prensa del país vecino le trataba muy bien y todos conocemos, incluso, de los rifirrafes y acusaciones infundadas de alguna mandataria francesa.

¿Qué es lo que ha pasado, pues, para que se haya producido este cambio de actitud?. No soy ningún experto en tenis, pero imagino que lo que ha ocurrido es que al final se han rendido al buen tenis, al espíritu de Rafa y a lo que representa: esfuerzo, tesón, constancia, etc. Dicho de otra manera, nuestro campeón ha ido cubriendo las expectativas que el público tenía y que quiero suponer, al tratarse de aficionados a este deporte, que estaban relacionadas con ver buenos espectáculos y disfrutar del buen hacer de uno de los mejores del mundo.

Seguro que en ese cambio de actitud han influido también algunas otras cuestiones, como por ejemplo los guiños que Nadal ha ido haciendo dirigiéndoles palabras en su idioma a la hora de recoger los premios, a la vez que mantenía, imperturbable, sus agradecimientos y reconocimiento al gran valor de ese campeonato, es decir, buscando un acercamiento por su parte.

Al hilo de esto, y haciendo un paralelismo, me preguntaba ¿Por qué los ciudadanos silban a los empleados públicos? Y si, como Rafa Nadal con los franceses, podíamos hacer algo para que cambie esa actitud.

Buscando los porqués de este desencuentro, pienso que hay algunas razones claras e incluso objetivas, que tendrían que ver con el hecho de que no cubrimos sus expectativas en relación a la calidad de los servicios que se prestan desde las distintas administraciones. Otras habrá que buscarlas en lo denostados que estamos los empleados públicos por los poderes mediáticos, situación que se ha agudizado con la crisis al calificarnos como una clase privilegiada. Con esto último es posible que no podamos hacer mucho, al menos a corto plazo, pero sí podemos/debemos responsabilizarnos con lo primero, es decir, con la mejora de los servicios.

En esta misma semana, tuve ocasión de asistir como “oyente” a un debate sobre gobernanza y ciudadanía en el que el aforo, prácticamente en el mismo número, estaba compuesto por representantes de asociaciones y organizaciones ciudadanas de distinta índole y empleados públicos; había también, en menor medida, representación del empresariado y algún “verso suelto”.

Aunque los debates fueron muy correctos y de un gran respeto, constaté que permanecen muy latentes opiniones de unos respecto a otros demasiado conocidas, y más propias del siglo pasado que de la administración que, se supone, intentamos construir en el sigo XXI, del tipo de:

  • Cuando intentamos resolver algún asunto, me mandan de mesa en mesa y nadie resuelve. Seguimos con el vuelva Vd. Mañana (ciudadanía)
  • Trabajamos mucho y bien, nos esmeramos, el 90% de los empleados públicos somos eficaces y eficientes, pero no sabemos trasladarlo y “venderlo” (empleados)
  • Yo tengo la representación de los vecinos de mi barrio, por lo que el ayuntamiento debe concederme lo que pido (representación vecinal)
  • …./….

Una de las conclusiones/objetivo en las que se estaba de acuerdo, abundaba en la importancia de “mejorar la comunicación y la colaboración entre el tejido asociativo, la ciudadanía y la administración…..” y permitidme que me parezca, si no errónea, al menos muy incompleta. Tengo la sensación de que cuando se habla de participación ciudadana, se sigue pensando en que se trata de generar espacios de consulta y debate, y yo creo que hay que dar algún paso más hacia la cocreación de los servicios entre ciudadanos y empleados.

No se trata de averiguar lo que la ciudadanía pide y contestar “concediendo” lo que se puede en función de la disponibilidad presupuestaria, sin hacer antes un mínimo análisis del problema ni poner en tela de juicio la propia solución. Ello, a medio plazo, provoca lo que algunos han llamado “comportamiento polizón”.

Si, por ejemplo, pensamos en los sistemas de recogida de basuras,  nos gustaría tener los contenedores de todos los colores a la puerta de nuestra casa y que además la recogida fuese diaria. Sin embargo, es mucho más sostenible lo que se viene haciendo en los países más avanzados, e incluso en municipios españoles más punteros; particularmente me llama la atención, en este sentido, la gestión de residuos que se hace en Baleares. Se pide (y se obtiene) el compromiso ciudadano en la recogida muy selectiva, en las limitaciones de cantidades y en los días (y horas) de cada semana en los que se recoge según la tipología del residuo.

Quizá, como dice Xavier Marcet cuando habla de innovación, no se trata tanto de “escuchar”, cuanto de “observar”, a la hora de analizar lo que los usuarios pueden necesitar para que mejore su calidad de vida. Necesitamos, en muchos casos, soluciones disruptivas y esas solo las encontraremos si somos capaces de cambiar la forma de mirar los problemas. Decía Henry Ford, conocido por la puesta en marcha de la fabricación en serie de automóviles que «Si hubiera preguntado a la gente que qué quería, me hubiesen dicho que ‘caballos más rápidos'».

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No debemos pues, desde mi punto de vista, quedarnos en los aspectos de comunicación con la ciudadanía, sino buscar sistemas para incorporarla en el análisis del problema, generando niveles de compromiso para implicarle en el diseño de soluciones, teniendo presentes los principios de eficiencia y sostenibilidad.

Los espacios de debate tradicionales deben convertirse en ecosistemas, laboratorios de innovación conjunta, en los que se pueda prototipar y ensayar con soluciones, por qué no, disruptivas, para la prestación de determinados servicios.

¿Seremos capaces de llegar algún día a esos niveles de “comunión” entre empleados públicos y ciudadanos?. Quizás entonces dejen de silbarnos como han hecho los franceses con Rafa Nadal.